“Quiero ser como Froning” -Escrito e ilustrado por No más burpees

Un día descubriste el Crossfit. Probablemente venías de un gimnasio convencional o simplemente eras un “runner” más de esos que cuando te los cruzas puedes oír cómo gritan tus córneas.

Pero tú, a partir de ese día, eres Crossfitero.

Ha pasado el tiempo, entrenas regularmente en el Box y conoces a casi todos los que allí entrenan. Tienes hasta las narices a tus amigos no crossfiteros hablándoles veinticuatro horas al día de los beneficios de este deporte e incluso alguno te ha dicho que a veces usas palabras tan raras que parece que les hablas en Klingon.

Una mañana te despiertas, te miras en el espejo y piensas: “cada día estoy mejor”, mientras aprietas esos abdominales que poco a poco van asomando a través de tu antigua tripita cervecera. Y, entonces, el angelito de tu hombro izquierdo te susurra al oído mientras los planetas se alinean y tu mente alcanza la iluminación. Quieres ser como Froning.

Lo primero que haces es concertar una cita con un nutricionista, sabes que la alimentación es fundamental para conseguir el cuerpo de Brad Pitt en El club de la lucha y éste te pone una dieta tan estricta que hasta tu perro come más variado que tú.

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Pero no importa, tu objetivo de ser el atleta perfecto está más cerca a cada bocado de apio que te metes entre pecho y espalda. Los carbohidratos son tus nuevos enemigos, miras por encima del hombro a aquellos pobres mortales que endulzan el café con azúcar refinado y aunque vives en una décima planta coger el ascensor ya no es una opción.

Tú, que antes te tomabas doce cañas, comías una paella y dos donuts bombón de postre, ahora hablas a tu entorno de las bondades de tu plato de coliflor hervida y tus dos mandarinas, la golosina de la naturaleza.

En el Box eres el más disciplinado, no te saltarías una clase ni aunque la tercera guerra mundial estallara en la puerta de tu casa. Las horas que no estás entrenando las pasas leyendo artículos sobre entrenamientos y siguiendo blogs sobre tu querido deporte, incluso empiezas a grabarte mientras entrenas para corregir tus fallos.

Pero como todo en esta vida, cierto día, el pequeño diablo de tu hombro derecho empieza a susurrarte al oído aprovechando el pequeño parón que has hecho en tus vacaciones.

Llevas entrenando y comiendo sano bastante tiempo, ¿cómo no vas a hacer una excepción hoy y zamparte este cochinillo, estas dos botellas de vino y pedir el coulant de chocolate de postre? Sabes que eso, con tres días de entrenamiento te lo has quitado.

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Tras estos días de vacaciones donde has comido más que un jabalí en un almacén de trufas y te has bebido tantas copas que Paris Hilton a tu lado parece una monja de clausura, vuelves al Box dispuesto a recuperar todo ese tiempo perdido.

¡Maldita sea! ¿Qué ocurre?… Tu regreso a los entrenamientos no es el que esperabas y te cuesta horrores cumplir la dieta que días atrás te parecía perfecta. Antes te levantabas a las seis de la mañana y atravesabas una tormenta de nieve para poder entrenar y hoy, hace dos días que no madrugas porque te duele un padrastro.

Al final, te das cuenta de que quizá tu destino no sea ser como Froning, sino tomar prestada la filosofía de Siddharta y darte cuenta de que en el término medio esta la perfección que buscabas.

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